*-- Un muchacho llega al confesionario:
-- Padre, vengo a confesarme de que... esto... de que soy mariquita.
-- Bueno, hijo mio, eso no es un gran pecado, no es para tanto.
-- Ya padre, pero es que mi padre... tambien es mariquita...
-- Ya padre, pero es que mi padre... tambien es mariquita...
-- Hijo mio, no te preocupes... que eso pasa en las mejores familias.
-- Ya, padre -dice el muchacho cada vez más avergonzado-, pero es que... mi hermano... tambien es mariquita.
-- ¡Pero bueno hijo mio!, ¿es que en tu casa, a nadie le gustan las mujeres...?
-- ¡Pero bueno hijo mio!, ¿es que en tu casa, a nadie le gustan las mujeres...?
Y entonces el muchacho se echa a llorar y contesta:
-- Si, padre... a mi MADRE.
-- Si, padre... a mi MADRE.
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